jueves, 2 de diciembre de 2010

`Rumores y Mentiras´, la mala reputación



“¿Qué ha sido del romanticismo? ¿Sólo existe en las pelis de los ochenta?"
-Olivia Pendergast
Hace unos meses participé en una de esas conversaciones distendidas que se suelen realizar alrededor de una mesa, en las que cada integrante suele poner todo el ingenio y la sabiduría que posee, con más o menos elegancia (suele depender el número de cervezas que se haya tomado). Y salió el tema: las chicas más guarras, fáciles o promiscuas (como se quiera decir) del pueblo. Que si tal se había acostado con no sé cuántos, que si otra había perdido la virginidad a no sé qué edad, que si una lo había hecho con tantos a la vez… Me pregunto si alguno de los otros integrantes se daba cuenta de que estábamos cayendo en una de las prácticas más antiguas y deleznables de la historia: el cotilleo.
Y es que esta práctica (que no tiene nada de inocente) es un verdadero germen que se expande con una facilidad asombrosa, y del cual es responsable todos los que participan en ella o le da credibilidad. Una práctica que se basa en el entretenimiento personal o de grupo a costa de hablar y conjeturar acerca de la vida de personas que realmente nos la sudan: la destrucción de la imagen de alguien para el deleite de otros. `Rumores y Mentiras´ (Easy A, Will Gluck, 2010) se atreve a darle la vuelta a la tortilla, siendo una divertida e inteligente disección de la puritana y ultra religiosa sociedad estadounidense, y de la auténtica hipocresía que rodea a todos aquellos aficionados a “tirar la primera piedra”. 

Una santa disfrazada de ramera
Realmente son bastante interesantes los temas que toca esta comedia (estrenada hace un par de semanas). Tales como el modo en que se distorsiona la verdad (casi como por arte de magia), la forma en la que otra gente se aprovecha de las mentiras para su propio beneficio, la pérdida de la inocencia, la percepción de una persona por parte de una sociedad cruel y la facilidad con la que una chica se gana el apodo de “fulana” (todo lo contrario que en el caso masculino, que si es sexualmente muy activo es un crack). Un jugoso material con el que Will Gluck (`Guerra de Cheerleaders´) no pretende ni filosofar ni moralizar, sino simplemente jugar con la suficiente inteligencia y ingenio como para elevar `Rumores y Mentiras´ sobre la media de la comedia adolescente actual.

Y es que el inteligente guión escrito por el dramaturgo Bert V. Royal huye de todo convencionalismo y tópico de las comedias adolescentes (incluso se permite el lujo de “burlarse” de ellas), con una historia que puede describirse como una versión moderna en clave estudiantil de “La Letra Escarlata” de Nathaniel Hawthome (paralelismo que crea la propia película, incluyendo una recomendación de cuál sería la mejor cinta basada en la obra para alquilarse en caso de no querer leerla). La historia está narrada por Olivia Perdergast (perfecta Emma Stone), que promete al espectador que dará su versión (la de verdad) de todos los hechos sobre su exagera promiscuidad, siendo completamente sincera y honesta esta vez.

Y la verdad es que honestidad es lo destila la propuesta de `Rumores y Mentiras´, que desde el primer momento engancha por su narración ágil y tono desenfadado, y por unos diálogos rápidos y escalofriantemente intelectuales que son herederos de películas como `Juno´, `Pequeña Miss Sunshine´, `Jennifer´s Body´ o la reciente `Scott Pilgrim contra el Mundo´. Gracias a todo ello la película de Gluck entretiene con una facilidad casi natural, y consigue durante gran parte del metraje dibujar una sonrisa cómplice en el rostro del espectador. Eso claro, cuando no logra directamente que se ría a carcajada limpia como con la tronchante escena de “sexo de mentiras” que mantiene Olivia con un muchacho gay que quiere fingir no serlo (entre patético y enternecedor).


Incluso la inevitable historia de amor platónico no rompe para nada la coherencia de la historia, que se mantiene completamente firme en su tono desenfadado, pero también crítico con lo que respecta a la doble moral y religiosidad de Estados Unidos. Esa suprema hipocresía es revelada aquí a modo de sátira, que nos muestra lo que muchas veces suponemos: que los que más puritanos y dignos parecen son luego los peores (la jefa de estudios, el pastor, el novio de Amanda Bynes). Al contrario que la que tiene fama de zorrón, que es en realidad una santa virginal con afición a ayudar a los más necesitados. La verdad es que lo único malo que le veo a `Rumores y Mentiras´ es que es una película demasiado bienintencionada, por no decir ingenua.

Me explico: pese que Emma Stone (`Supersalidos´, `Zombieland´) consigue darle cierta acidez al personaje, lo cierto es que su Olivia es demasiado perfecta: no sale, no fuma, no bebe, y no folla pese a decir que sí como entretenimiento provocativo además de como ayuda a chavales de baja autoestima. Una chica inteligente que no se lo tiene demasiado creído y que sueña con el romanticismo de películas de John Hughes. La guinda la acaban poniendo sus padres (un verdadero ejemplo de modernidad y comprensividad que ya quisieran tener muchos adolescentes) y el chico de sus sueños (tan inteligente como ella y más comprensivo aún que los padres). Todo resulta muy progre, demasiado perfecto, poco creíble.


Eso me hace pensar que `Rumores y Mentiras´ no es tanto la comedia gamberra y moderna que parece por fuera, sino que más bien el verdadero espíritu de la película reside en las comedias ochenteras de las que habla la protagonista. Nada que objetar. Lo cierto es que aquellas comedias (con sus defectos) eran películas honestas, sin mayor pretensión que la de entretener y divertir. La película de Will Gluck cumple esas reglas a la perfección, resultando una pequeña sorpresa con aires y diálogos modernos pero espíritu nostálgico. No nos encontramos ante una gran película, pero se trata de un film divertido y agradable de ver, además de contar con la estimable participación de actores de renombre como Stanley Tucci, Malcolm McDowell, Thomas Haden Church, Patricia Clarkson y Lisa Kudrow. No se le puede pedir más.