
El problema de las primeras partes en este tipo de films es que hay que presentar a los personajes (y en este caso: la transformación del protagonista en héroe) y esto se lleva casi la mitad de la película. Así pues, lo bueno de las segundas partes suele ser la libertad, la libertad total de disponer de todo lo presentado en la primera para jugar con ello en la segunda. Mucho me temo que Favreu no sabe muy bien lo que hacer con esa libertad.

Quizá el problema es que Iron Man (como superhéroe en sí) no tiene demasiada chicha y por eso lo más interesante de él fue su origen (se me ocurre). Pero eso no es excusa para todos los elementos que Favreu desperdicia en este film. En primer lugar, mención especial para lo desperdiciado que está Mickey Rourke como villano. Su venganza contra Stark sencillamente no tiene la pasión que tenía la del ambicioso Jeff Bridges (ansioso por el trono del principito Stark) en la primera entrega. Y tampoco es que el enfrentamiento físico sea nada del otro mundo: la escena del rally se intuía más espectacular en el tráiler y el enfrentamiento final llega de la peor manera posible: tarde, rápido y mal. ¿Se puede hacer un final más anti climático?

Luego están los actores secundarios: Don Cheadle, que aparece en la película sencillamente porque (al tener el doble de enemigos) Iron Man necesita un compañero de armas (matemática pura); Sam Rockwell, un gran actor convertido en payaso para la ocasión; y Scarlett Johansson, un florero precioso (y seguramente muy caro). ¡Ah sí! Se me olvidaba. Gwyneth Paltrow también se pasea por ahí, que sino ¿a quién va a besar Downey Jr. al final de la película? ¿A Don Cheadle? Hubiera sido interesante…

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