viernes, 14 de enero de 2011

`Camino a la Libertad´, en busca de la tierra prometida


“Aquí la bondad puede matarte.”
-Sr. Smith
Hablar del director australiano Peter Weir es hablar sobre un cineasta ya consolidado, de esos que se han ganado su reputación a base de esfuerzo, dedicación y (sobre todo) muchas buenas películas, lo cual tiene mayor merito si tenemos en cuenta que no ha filmado realmente demasiados obras, pues suele dejar periodos bastante extensos entre un trabajo y otro. Difícilmente puedo yo, pues, juzgar a la ligera el trabajo de alguien así, más allá de decir que (si bien no se cuenta entre mis directores de cine preferidos) no hay duda de que es un gran director, capaz de autenticas maravillas, siendo mi favorita por encima del resto aquella joya protagonizada por Harrison Ford titulada `Único Testigo´ (Witness, 1985).
Ahora, ocho años después del estreno de su última película, la magistral `Master and Commander: al otro lado del mundo´ (Master and Commander, 2003), Weir vuelve a la carga con un film de aventuras y supervivencia basado en el libro `La Increíble Caminata´, de Slavomir Rawicz, que narra un llamativo suceso verídico sucedido en 1940, cuando siete prisioneros de un campo de trabajo de la Unión Soviética toman la difícil decisión de aprovechar una ventisca para escapar de sus captores, lo cual los enfrenta a una muerte casi segura, en los bastos y helados bosques de Siberia, más tarde en las llanuras de Mongolia y, finalmente, en el territorio desértico de Gobi. Un viaje extraordinario, a través de tierras hostiles, donde es prácticamente imposible sobrevivir, en lo que el mismo director ha descrito como “una fantástica combinación de historia de prisión y relato de supervivencia”.

Personajes creíbles en una hazaña increíble
La supervivencia del más fuerte, añadiría yo. Y sin duda una fuerte personalidad es lo que caracteriza al protagonista de `Camino a la Libertad´ (The Way Back, 2010), Janusz (interpretado por un más que correcto Jim Sturgess). No hay más que ver la solida manera en el que afronta el duro interrogatorio con el que se da comienzo la película, y por el que finalmente acaba siendo recluido. A ese convencimiento y arrojo hay que añadirle una curiosa mezcla de ingenuidad y esperanza, que lo convierten el máximo impulsor de un plan de fuga, cuya esperanza alimenta en un primer momento un embustero de poca monta (simpático cameo de Mark Strong), pero que empezará a tomar forma en cuento se le une un misterioso americano (el siempre estupendo Ed Harris, que ya había trabajado con Weir en `El Show de Truman´).
Claro que lo que aquí se nos narra no es una épica historia protagonizada por grandes héroes. Nada de eso. Weir no comete jamás el error de idealizar a sus personajes, que no dejan de ser en todo momento seres humanos, con sus vulnerabilidades y defectos. Aquí no se nos narra una gran y gloriosa epopeya, sino una historia de arrojo y valentía humano, llena de crudeza, dolor, sufrimiento y (sobre todo) sacrificio. Si Janusz es la voz de la esperanza, quien los impulsa a avanzar en todo momento pese a las adversidades, el lado más animal y básico del ser humano es representado a la perfección con el personaje de Valka (un sorprendentemente perfecto Colin Farrell), un ruso que el grupo se ve en un primer momento forzados a “adoptar” pero que acabará siendo indudablemente vital para su supervivencia, además de ser sin duda el personaje más interesante de todo el grupo.


Así pues, lejos de buscar darle a su película aire de gran cine (muy a lo americanada), lo que hace Weir es dotar a su película de un máximo realismo, que puede apreciarse sin mayor esfuerzo mirando el deterioro físico que van sufriendo los actores, que seguramente nunca han salido tan sucios, magullados y poco atractivos como en este film. El cansancio que se va manifestando lentamente en ellos acaba llegando al espectador, dando la sensación de que ha caminado con todos ellos durante meses (entra dolor de pies sólo de ver la peli), y que ha ido conociéndolos poco a poco, sin prisas,  traspasando las barreras que ellos mismos han ido construyendo en torno a sus personas como mecanismo de defensa (ver el modo en que no hablan entre ellos sobre sus vidas privadas hasta que entra en juego el personaje de Sarnoise Ronan).
Claro que por mucho que me haya gustado la película (que me ha gustado), tampoco puedo evitar sacarle algunos aspectos negativos. No por “criticar por criticar”, ni por mostrarme desagradecido con esta muestra de gran cine que nos ha dejado Weir. Sencillamente creo que `Camino a la Libertad´ podría ser mucho mejor de lo que es, y es una de esas sensaciones que uno no puede quitarse de encima. El realismo con el que Weir ha decidido narrar esta historia (una decisión muy admirable), acaba logrando que la narración sea un tanto pesada en su último tercio, estando los distintos escenarios descompensados en cuento a interés. No hay duda de que la parte en Siberia es la mejor de todas, a partir de entonces (y en parte por la falta del magnifico personaje de Farrell) la película va a menos, hasta concluir en resolución demasiado evidente (e incluso tonta) para alguien como Weir.  

Como digo, `Camino a la Libertad´ no es perfecta, pero es lo suficientemente buena como para que uno le perdone esos pequeños fallos y disfrute con una gran aventura vista con una mirada completamente realista y carente de divismo. Una odisea cuyo esfuerzo y dolor comparte el espectador con total entrega y dedicación, echando de menos quizá un poco más de emoción en algunos momentos (sin recurrir a la exageración o a la lagrima fácil, claro está). Sin duda, Peter Weir dirige con su habitual maestría, salvo en contados momentos en los que titubea un poco (la mentada resolución), y además consigue unas actuaciones más que correctas de todos sus actores, siendo curiosamente el más destacable Farrell, en el que seguramente es su mejor papel. No está nada mal para comenzar el año.
PD: Que levanten las manos los que piensan que Ed Harris es el puto amo.

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