domingo, 1 de enero de 2012

`El Rey León´, vida, muerte, destino



“Has olvidado quién eres, por lo tanto me has olvidado. Mira en tu interior Simba, eres más de lo que eres ahora, debes de ocupar tu lugar en el ciclo de la vida...”
-Mufasa (James Earl Jones/Constatino Romero)
El reciente reestreno masivo de este famosísimo relato de Disney muchos dicen que el último realmente grande de la factoría, antes de empezar a bajar lentamente el listón hasta dejarlo bajo mínimos gracias a un montón de chapuceras secuelas directas al mercado doméstico, con motivo de su discutible reconversión al tan de moda 3D que ya me dirán qué bien puede hacer a una película de animación tradicional, en la que el juego de profundidad o volumen sencillamente no existe, me sirve no obstante como excusa perfecta para hablar de esta gran película, a la que tengo un inmenso carillo desde bien pequeño y cuyo potente recuerdo de infancia aún me persigue. Es evidente que uno no ve una película con los mismos ojos con diez años que con veinte. Uno diría que con veinte se debería de ser menos impresionable, tener más perspectiva, más buen gusto y las cosas más claras. No necesariamente.
Me da la sensación de que la experiencia emocional para ver un tipo de película como `El Rey León´ (The Lion King, Rob Minkoff, Roger Allers, 1994) es más limpia de niño y el torrente de emociones que propone es más efectivo. De niños somos más puros, no tenemos la mente tan contaminada por el mundo, y no somos, en total, unos jodidos exceptivos dispuestos a frivolizar con todo y a no creernos nada, por no hablar del llamativo efecto que ha surtido internet en el modo de ver cine hoy en día, pareciendo muchas veces que cierta gente ve películas simplemente por el placer de despedazarlas, de sacarles fallos e inverosimilitudes. En lo personal, me cuesta entender tanto a los que no saben simplemente sumergirse en una ficción como a los que menosprecian el cine de animación creyendo que es un arte menor. Tan grandes eran mis reparos a este tipo de actitudes que a la hora de volver a ver esta película he hecho todo lo posible por verla con los ojos con los que la veía antes. Obviamente, no ha sido así, pues ya no soy el mismo, pero puedo decir y no me avergüenza que `El Rey León´ me sigue pareciendo una intachable obra maestra.

El Ciclo de la Vida
Podría decirse que he disfrutado con un visionado más adulto de la película, y, en momentos determinados, esta misma me ha trasladado a la experiencia que tuve en la infancia, con los mismos sentimientos dulces, amargos y tenebrosos. Porque no cabe duda de que este relato es uno de los más emocionalmente crueles que tiene la factoría Disney entre su larga lista. Después de explotar el mundo marino en `La Sirenita´ (The Little Mermaid, John Musker, Ron Clements, 1989) y el árabe en `Aladdín´ (id, John Musker, Ron Clements, 1992) otra maravilla de la que tendré que hablar algún día, los muchachos de la factoría del ratón Mickey se decidieron aprovechar el exotismo del continente africano para plantear una historia Shakesperiana a más no poder: sobre tronos, traiciones y venganzas. La idea no puede más que tacharse como un acierto absoluto desde el mismo comienzo, con el poderoso prólogo con la canción sobre “el ciclo de la vida”, capaz de poner el bello de punta a cualquiera, y que nos muestra como animales de diferentes razas van a presentar sus respetos al príncipe recién nacido y heredero del trono.
Hay, por supuesto, ligeros ecos a otro famosísimo relato Disney, `Bambi´ (David Hand, 1942) reafirmado luego aún más por una dolorosa perdida que se da en ambas más adelante, pero aquí está todo realizado de manera mucho más grandilocuente. `El Rey León´ tiene unas pretensiones mucho más épicas, no de pequeño cuento de hadas como lo eran los primeros films de Disney, sino que está concebida como una gran historia sobre el destino. Eso es algo que queda claro también en el asombroso despliegue de medios, con una perfeccionista y espectacular animación no creo que sea aventurado afirmar que la factoría tocó el cielo con este trabajo, poniéndose un listón difícil de superar y que de hecho nunca superó y con la emocionante música de Hans Zimmer, que entendió muy bien el potencial de la historia que se estaba contando y puso toda la carne en el asador con una banda sonora dejando aparte las excelentes canciones de Elton John y Tim Rice que aún hoy se cuenta entre sus mejores y más redondos trabajos sí, me parece mejor que `La Roca´, `Gladiator´ y `Piratas del Caribe´, ¿pasa algo?.

Metiéndonos ya en temas de historia —por otra parte de sobra conocida—, se trata, como ya he dicho, un relato de claros ecos Shakesperianos. Sin duda la influencia de Hamblet es especialmente grande, narrándose como se narra precisamente aquí las crueles aspiraciones del marginado y huraño hermano del rey,  Scar (voz de Jeremy Irons), cuya única motivación es ocupar el lugar en el trono ocupado su hermano Mufasa (voz de James Earl Jones), un rey magnánimo y justo. En el camino se interpone el hijo recién nacido de éste: Simba (Jonathan Taylor Thomas/Matthew Broderick). El primer encuentro entre los dos hermanos, en el que el Mufasa le recrimina el no haber asistido a la presentación pública de su hijo, está lleno de una creíble tensión y rivalidad entre hermanos. Mufasa es reflejado como un carácter fuerte y pero bondadoso, mientras Scar débil y enfermizo. Es evidente que el primero sabe que el otro está celoso y resentido, pero se entiende que no ve realmente hasta qué extremo sería capaz de llegar…
Ese prólogo aparte, podría decirse que `El Rey León´ es una película dividida en dos actos bien diferenciados por la edad de Simba: uno más luminoso e infantil las travesuras de Nala y Simba con Zazú mientras suena la famosa canción “Yo voy a ser el Rey León”…seguido de otro más adulto y oscuro la feroz batalla final entre Simba y Scar, en el que la muerte de Mufasa sirve como punto de inflexión entre uno y el otro un duro golpe que destruye la infancia del protagonista y da paso a una vida de vergüenza. Y es que este es una de las pocas películas Disney en el que el paso del tiempo es utilizado como una herramienta aleccionadora en su discurso sobre la vida desde un punto de vista cíclico. Y es que, como bien le enseña Mufasa al joven Simba, todo se mantiene en un delicado equilibrio que hay que respetar y cuidar —ojalá los cazurros que nos gobiernan a nosotros lo entendieran—, y no en vano `El Rey León´ empieza con un nacimiento y termina con otro, una vez se ha restaurado el equilibrio descompuesto por ambicioso Scar, al que sólo le interesan sus egoístas fines una vez conseguido el trono no le importa que se sobreexploten los recursos del reino y dejar que todo se vaya a la ruina, dedicándose a vaguear en lugar de gobernar—. 
Y ese es precisamente la temática de la película: el desequilibrio creado por fines egoístas que se interpone en el orden natural de las cosas, de la pérdida del destino y de la aceptación de éste. Así pues, en un comienzo Simba está impaciente por ser Rey, es su mayor aspiración y desea que su padre le enseñe todo. La insensatez y cierta arrogancia de la infancia está bien presentes en él ¿qué es la canción “Voy a ser Rey León´ sino una muestra de esa arrogancia?, que no duda en buscarse problemas con tal de demostrar su valía poniéndose en peligro a él y a su amiga motivado en parte por un malintencionado Scar. Afortunadamente la poderosa figura de Mufasa poco menos que un Dios, firme a la par que sabio y amoroso parece enderezar al muchacho. La escena del padre y el hijo en un prado bajo la luz de las estrellas es preciosa. Primero Simba mete la pata sin querer en una de las enormes huellas de su padre, dándose cuenta de que aún le queda mucho para parecerse a ese gran hombre. Parece que Mufasa le va a echar una enfurecida bronca, pero hace algo mucho más poderoso e imborrable: demostrarle a su hijo que le quiere y comparte con él un momento tan íntimo que dejará huella para siempre en el muchacho.
De no ser por la traición de Scar, que se da cuenta de que nunca podrá librarse del principito sin acabar antes con el rey, la vida de Simba hubiera seguido un rumbo correcto y lógico, más fácil y apacible, pero no será así. Tras la espectacular escena de la estampida, la emotiva muerte de Mufasa el joven pidiendo ayuda mientras su padre yace inmóvil en el suelo... aún con la edad que tengo resulta una escena que me removió algo por dentro, realmente impactante y la cruel manipulación de los sentimientos del muchacho por parte de Scar haciéndole creer que él ha tenido la culpa de lo que ha ocurrido aún cuando piensa matarlo acto seguido, toda una muestra de sadísmo, harán que Simba llegue a temer la tierra en la que nació y a huir del destino que una vez ansió. Su viaje para ocupar su verdadero lugar en el mundo no será pues fácil y apacible, sino doloroso y difícil, como todo aprendizaje.
Con tanta crudeza y dolor, en un primer acto que acaba de manera deprimente pues en un principio, y por muchos años, el villano se habrá salido con la suya era casi necesaria la aparición de los desvergonzados Timón y Pumba dispuestos a poner alegría al asunto. Y resulta no menos irónico que quizá la canción más recordada de `El Rey León´, “Hakuna Matata”, sea un no menos desvergonzado “que le den a todo”, algo Simba necesita por así decirlo para superar todo el horror que ha pasado, pero que irá en contra de la verdadera enseñanza de la película: enfrentarse al pasado, a nuestros temores, para descubrir quiénes somos. Por eso el periodo de tiempo entre actos que se da en `El Rey León´ es importante e incluso necesario, pues representa el cambio y la madurez. Simba, al reencontrarse con su amiga de la infancia Nala —con un bello momento romántico de por medio— se verá obligado de recordar lo que es, y tendrá que luchar por conseguir el trono que una vez ansió, enfrentándose a su pasado y dándose cuenta de que el legado de su padre era más que un simple privilegio: era una responsabilidad.
Como digo, el film trabaja con ideas y figuras poderosísimas, y se nutre de ellas para crear una fábula épica totalmente creíble y emocionante, en la que el humor y los personajes cómicos tienen también su hueco no sólo Timón y Pumba, sino las mismas hienas son bastante cachondas, pero en la que la emotividad y el dramatismo es el gran protagonista, así como un cierto sentido místico presentado por el simpático mico loco Rafiki, una especie de chamán que ayuda a subrayar la idea de destino y orden natural de las cosas, y en el que los elementos —como el fuego, la lluvia o las estrellas son un protagonista más que ayudan a representar la emoción del momento. El infernal clímax final es buena muestra de ello, dejando paso a la lluvia purificadora que limpia los restos de un periodo oscurísimo y lamentable, mientras Simba sube por fin a la roca del trono ocupando su lugar en el mundo —al tiempo que oye la voz de su padre en su cabeza, momento que siempre me pone el bello de punta, dando así paso al sol, la fertilidad y la prosperidad.  

Así es `El Rey León´, un film en el que como bien dice la canción, todo acaba encontrando su perfecto lugar en el ciclo, un ciclo sin fin, y del mismo modo esta historia completamente atemporal es de principio a fin una obra maestra, un hito en la historia de la animación y una muestra magistral de animación tradicional, que no tiene miedo de mirar frente a frente a la de 3D, resistiendo en la comparación aún hoy en día. Una película para recordar y pasar de padres a hijos. 

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