lunes, 5 de diciembre de 2011

`Un Dios Salvaje´, la naturaleza del ser humano al descubierto


“Yo no estoy hecho para estas mierdas sensibleras, ¡soy un irascible hijo de perra!”
-Michael Longstreet (John C. Reilly)
El mismo fin de semana en el que llegaba a nuestras pantallas la aburrida `La Saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 1´ (The Twilight Saga: Breaking Dawn, Part 1, 2011), también lo hacia `Un Dios Salvaje´ (Carnage, Roman Polanski, 2011), el último trabajo del reputado realizador Roman Polanski tras su polémica liberación, que encima venía encabezado por un espectacular reparto —de hecho, prácticamente el único reparto— compuesto por Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y uno de los mayores descubrimientos de los últimos años, Christoph Waltz —ganador del Oscar al mejor secundario por su fascinante villano en la magistral `Malditos Bastardos´ (Inglorious Basterds, Quentin Tarantino, 2008)—. Este estreno se produjo de una manera minoritaria, sin apenas publicidad y con muy pocas copias, evidentemente fuera del alcance del revuelo montado por la última entrega de la famosa saga vampírica.
Y no deja de ser una cierta lástima, a pesar de que evidentemente no van dirigidas al mismo tipo de público ni tampoco es un producto diseñado para reventar taquillas, que la llegada de una película de estas características, dirigida por uno de los mejores directores vivos — quien me lleve la contraria es que no ha visto `Chinatown´ (id, 1974) o `La Semilla del Diablo´ (Rosemary´s Baby, 1968)—, y protagonizada por algunos de los más talentosos y reputados actores de Hollywood, se haya visto tan injustamente eclipsada y ninguneada. Para mí se trataba sin lugar a dudas de uno de los estrenos más potentes del año, aunque suene exagerado. Y es que me interesaba mucho averiguar qué podía sacar un Polanski de aparentemente renovadas energías —`El Escritor´ (The Ghost Writer, 2010) me pareció un thriller político magistral, de lo mejor del año pasado— de una historia tan llamativa y nimia, basada en la prestigiosa obra de teatro escrita por Yasmina Reza —co-escritora del guión junto al propio Polanski— que se centra en la reunión de dos matrimonios tras una pelea entre sus hijos.

El resultado puede no ser lo que me esperaba, pero no me ha dejado para nada decepcionado. Y es que `Un Dios Salvaje´ es una de las comedias más cínicas, hilarantes e inteligentes que he visto en toda mi vida, una sagaz desconstrucción de la hipocresía y las apariencias sociales que, desde la pequeñez de un pequeño apartamento Neoyorkino —evidentemente simulado, dada la imposibilidad de que el director pise suelo norteamericano— y a través de la perspectiva de dos matrimonios aparentemente idílicos —pero en el fondo desgraciados— deja al ser humano a la altura que se merece: un ser infantil, primitivo y falso. Como niños que juegan a ser adultos bajo unas reglas sociales impuestas, unas formas que son solo apariencia, una mentira, y se deshacen con peligrosa fragilidad. El juego del director se basa en ir desquebrajando poco a poco esa fina barrera, llevando a los personajes hasta el límite, hasta que finalmente sólo queda la más absoluta irracionalidad.
Y es precisamente Polanski un tipo que puede presumir de saber mucho tanto de lo miserable del ser humano como de hipocresía social —fue víctima del Holocausto, su esposa Sharon Tate fue asesinada estando embarazada por seguidores de Charles Manson, y desde 1977 vive exiliado en Europa por haber sido acusado en Estados Unidos de haber mantenido sexo con una menor—, mientras que también puede jactarse de ser uno de los pocos directos capaz de conseguir una puesta en escena tan cuidada y una atmosfera tan opresiva en espacios de esta índole —algo que ya había demostrado en la magistral `La Semilla del Diablo´, otra cinta desarrollada casi exclusivamente en apartamentos Neoyorkinos—, convirtiendo el aparentemente agradable apartamento del que tantas veces la pareja invitada intenta escapar sin éxito en poco menos que un espacio de pesadilla. Evidentemente la propuesta se ve condicionada por sus orígenes teatreros —la idea de mantener la acción en un escenario limitado— pero Polanski consigue convertir esta limitación en una de las bazas narrativas de la película gracias a la atmosfera que se consigue.

Otro de sus aciertos más evidentes es su escasa duración —apenas 80 minutos— y la concisión con la que se nos presenta la historia, que tras mostrarnos el origen del conflicto durante los títulos de crédito —única secuencia junto con la del final en la que veremos la luz del día y escucharemos la música de Alexandre Desplat va directa al grano: la tensa interacción entre los dos matrimonios. Evidentemente al ser una película desarrollada en un único espacio y compuesta exclusivamente por conversaciones entre cuatro personajes, Polanski parece consciente de la necesidad de no excederse, demostrando mayor inteligencia que otros reputados autores con ínfulas de artista —Terrence Malick y Lars von Trier, por poner dos ejemplos evidentes—. El ser tan compacta le da a la cinta una mayor fuerza e intensidad, a pesar de que la narración —que prácticamente transcurre en tiempo real— está llevada con un adecuado ritmo lento, con el que se consigue dilatar el tiempo dando la sensación final de que en esos ochenta escasos minutos los personajes han pasado por toda una fatídica odisea.
La ambigüedad de estos personajes, así como la personalidad que logran transmitirles unos artistas en estado de gracia, alzan la película hasta el Olimpo de los mejores estrenos de este año. Lo que comienza como un agradable tanteo acaba siendo un acalorado debate sobre la naturaleza del ser humano y la sociedad, en el cual cada uno se va retratando poco a poco como lo que es. Y quien se nos presenta como una intachable defensora de los valores morales —la un tanto cargante Penélope estupendamente interpretada por Foster— puede acabar siendo la más violenta e irrazonable del grupo, mientras que el cínico y sarcástico hombre de negocios al que le importa todo una mierda —Waltz en su salsa— puede revelársenos como un patético hombrecillo que pierde todo su poder y su presencia nada más estropeársele el móvil —como otro personaje más en relato, cuyas constantes interrupciones ponen la guinda muchas veces a la absurda situación—. Cierto es que ambos personajes femeninos tienden un poco a cierto histrionismo en un par de momentos —coherente con la exagerada situación—, pero por lo demás nos encontramos ante interpretaciones soberbias, que viven el momento con autenticidad.

Por supuesto, no hay un cierre satisfactorio ni una conclusión lógica en esta historia llena de momentos desternillantes —la vomitona de Winslet, la escena en la que Waltz habla por teléfono con la madre de C. Reilly…— alrededor de unos personajes que están más cerca de estar de acuerdo en el minuto uno que en el ochenta. Lo único que queda tras la prolongada reunión es el más absoluto de los absurdos, potenciado por la irónica resurrección del imbatible móvil, la divertida aparición de cierto hámster y la secuencia de los títulos de crédito en la que vemos a los dos niños que iniciaron la confrontación paterna jugando tan tranquilamente, resolviendo el conflicto de manera natural y sin rencor. Algo que unos adultos, cuatro seres supuestamente civilizados, no fueron capaces de hacer. Si esto no es una mordaz y ácida caricatura sobre el patetismo de la sociedad humana y una de las mejores películas del año que baje el Dios de las matanzas y lo vea.

1 comentario:

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Hilarante, ácida y cínica hasta el copete. No tiene mucho que se estreno aquí en México y me divertí tanto con ella que un segundo visionado fue imprescindible. Grande Polanski

www.rlnmovies.blogspot.com